Cuentan las almas que sobrevivieron al holocausto, que de unas barcazas gigantes llegadas del inmenso mar, descendieron hombres con dos cabezas y seis extremidades, que escupían fuego con voz de trueno, arrancándoles las almas en un instante a los hombres de la tribu.
Cuentan también, que enseñaban unas leyes que traían escritas en un viejo libro, donde decían que había que adorar a un Dios todopoderoso e invisible, quien era el padre y creador del dios Sol, de la diosa Luna, del padre Río y de la diosa Lluvia.
También les inculcaron la palabra “pudor” con la cual impusieron conceptos extraños de “decencia” menospreciando las arraigadas tradiciones culturales a cerca de la “vestimenta” usada en el lugar. Obligando a los miembros de la primitiva comunidad a sufrir el traumático hecho de ser repentinamente vestidos, lo que probablemente sería para nosotros, algo así, como ser repentinamente “desvestidos”.
Cuentan que se llevaban a las mujeres, mataban a los hombres y abandonaban a los niños, que torturaban a nuestros hermanos originarios, para obligarlos a confesar de donde sacaban las piedritas doradas que usaban los cazadores para derribar aves y matar pequeñas presas que servirían de sustento alimentario.
Cuentan también algunos sobrevivientes del holocausto, llamado luego “descubrimiento”, que cambiaron las lenguas nativas, por una lengua extraña, para obligarlos a escuchar la palabra de un dios desconocido, que hablaba a través del “viejo libro”.
Cuentan que cuando se fueron, con sus barcos cargados con las fortunas y los tesoros de nuestras tierras, solo dejaron exterminio, miseria, desolación, pudor, unas cuantas baratijas de lata, la “magia” de algunos espejitos y la esperanza de que sus almas serían salvadas por aquel “dios” extranjero, invisible y todopoderoso…
☜♥☞¤©HéctorMéndez©¤☜♥☞ —
0 wocaneros comentan::
Publicar un comentario