miércoles, 27 de abril de 2011

Padre Sustituto y el fotografo

Una pareja llevaba muchos años de matrimonio y no había logrado tener familia. Tras consultar varios doctores sin éxito fueron a ver a un especialista muy renombrado quien, tras muchos estudios les dijo que la única solución era que buscaran un padre sustituto.
“¿Y qué es un padre sustituto?” pregunta la señora.
“Es un hombre seleccionado con mucho cuidado y que hace, por una única vez, las funciones del esposo para que la mujer quede embarazada.”
La señora vacila un poco, pero su marido le dice al doctor que él no tiene ningún inconveniente, con tal de ver realizada su ilusión de convertirse en padre. Pocos días después se contrata a un joven y se hace una cita, para que al siguiente domingo por la mañana, cuando se ausente el marido de la casa, vaya y visite a la señora para cumplir su tarea.
Sin embargo, sucedió que un fotógrafo de niños había sido llamado a una casa vecina para retratar a un bebé. Por azar del destino, el hombre se equivocó de domicilio llegando al de la señora:
“Buenos días señora, vengo por lo del niño.”
“Mmm, sí, pase usted.” “¿Gusta tomar algo?”
“No muchas gracias, el alcohol no es bueno para mi trabajo. Lo que quisiera es comenzar cuanto antes.”
“Muy bien, ¿le parece si vamos a la habitación?”
“Puede ser allí, pero también me gustaría uno aquí, en la sala, dos en la alfombra y otro en el jardín.”
“¿Pues cuántos van a ser?”, se alarmó la señora.
“Ordinariamente son cinco en cada sesión, pero si la mamá coopera pueden ser más, todo depende”, dijo mientras sacaba del portafolios un álbum.
“Me gustaría que viera antes algo de lo que he hecho. Tengo una técnica muy especial y única que le ha gustado mucho a mis clientas, por ejemplo, mire el retrato de este niño tan bonito; lo hice en un parque público, a plena luz del día. ¡Cómo se juntó la gente para verme trabajar! Esa vez me ayudaron dos amigos, porque la señora era muy exigente, con nada le podía yo dar gusto y quedarle bien. Para colmo esa vez tuve que suspender el trabajo, porque llegó una ardilla y comenzó a mordisquearme el equipo.”
La señora, estupefacta, escuchaba todo esto mientras el fotógrafo continuaba:
“Ahora vea estos mellizos. En esa ocasión sí que me lucí, todo lo hice en menos de cinco minutos, llegué y ¡paf! dos tomas y mire los gemelos que me salieron.
La señora estaba cada vez más asustada oyendo al fotógrafo que continuaba:
“Con este niño batallé un poco más, porque la mamá era muy nerviosa. Yo le dije: mire señora, usted volteé hacia el otro lado y déjeme hacer todo a mí. Ella se volteó, y así pude yo hacer mi trabajo.
A esta altura la señora estaba a punto del desmayo. Y el fotógrafo guardando su álbum le dice:
“¿Quiere que comencemos ya, señora?”
“Cuando usted diga,”
“Está bien, voy por mi trípode.”
“¿Trípode?” dijo temblando la señora.
“Sí,” comenta muy tranquilo el fotógrafo, “es que usted sabe, mi aparato es muy grande y necesito un trípode para apoyarlo y estabilizarlo, porque ni con las dos manos puedo sostenerlo bien…
¿señora?, ¿señora?… ¡señoraaaaa!”



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